Conversis Consulting – Marketing orientado a resultados para mercados tecnológicos

De planificar e intentar preverlo todo -incluso el desarrollo de un mercado totalmente nuevo- hemos pasado al extremo contrario: planificar es inútil, hay que lanzar el producto y “fallar deprisa”. Como en muchas otras cosas, la virtud está en el justo medio.

Durante las últimas semanas he tenido algunas conversaciones muy interesantes tanto con emprendedores como con inversores sobre la utilidad de los planes de negocio cuando se trata de productos/mercados realmente nuevos. Me han venido a la cabeza historias de hace algunos años, cuando trabajaba en una agencia pública de financiación de la I+D (el CDTI) y era política de la casa exigir a las empresas innovadoras unas previsiones financieras detalladas a cinco años de cualquier nuevo producto (desconozco si esto sigue siendo así)… unos números que se introducían en unos modelos de evaluación financiera para producir finalmente unas cifras de ROI totalmente inverosímiles.

En este blog hemos hablado muchas veces de cómo prever la demanda de un nuevo producto de manera mínimamente fiable es tanto más difícil cuanto mayor es su grado de innovación y de por qué en ese escenario de alta volatilidad y riesgo cualquier estrategia y planificación inicial van a ser papel mojado. Parafraseando a un famoso general prusiano, “Ningún plan de batalla (negocio) sobrevive al contacto con el enemigo (mercado)”.  Y mi experiencia en alguna startup me dice que la única cosa más estúpida que un plan de negocio irreal e ilusorio es perseverar en intentar cumplirlo … y repartir premios y castigos en función de ello.

Sin embargo, últimamente el péndulo de la planificación ha pasado al extremo contrario gracias a uno de los mantras de moda en la innovación y en emprendimiento, el famoso “Falla deprisa, falla barato”. Tal como hemos dicho en otras ocasiones, este concepto se ha sobresimplificado y malinterpretado y el problema es que se está tomando casi como un fin, en lugar de como un medio. Y es que, tal como parece desprenderse de este enfoque ¿quién necesita un plan de negocio? Mejor lancemos el producto y veamos qué pasa.

Para aquellos emprendedores que queráis explorar una visión contracorriente sobre el “fallar deprisa” os recomiendo “Why The ‘Fail Fast’ Mantra Needs to Fail, Fast” de Mark Suster, un empresario de éxito metido a inversor. En este post Mark critica la pereza intelectual, la incompetencia profesional y la irresponsabilidad y falta de ética con clientes, empleados e inversores de esta filosofía mal entendida.

Porque -como también hemos dicho por aquí- descubrir nuevos mercados y desarrollar nuevos productos no puede basarse en una «estrategia de palos de ciego”, sino en un proceso iterativo en el que resulta clave formular nuestras hipótesis, identificar y priorizar nuestros riesgos e incertidumbres y despejarlos mediante la experimentación en el mercado.  (Por cierto, para que no quepan dudas Mark Suster es un convencido de los enfoques tipo Customer Development, Lean Startup … y yo también pienso que son los más indicados en algunos casos.)

Y entonces, volviendo a la pregunta inicial ¿tenemos que hacer planes de negocio o no? ¿Valen realmente para algo o sólo para presentárselos a algún inversor con tendencia a la credulidad?

El propio Mark Suster nos propone una excelente reflexión en “Are Business Plans Still Necessary?” Para él, el Plan de Negocio no es un documento prolijo e irreal, sino un modelo financiero que sustancia nuestras hipótesis de negocio: quiénes (y cuántos) son nuestros clientes, qué precio están dispuestos a pagar, cuáles son los costes de proporcionarles nuestro producto/servicio y los de ganarlos como clientes,  qué cuota van a conseguir los productos competidores/alternativos,… y cuánto vamos a ganar. Como dice Mark, si no somos capaces de presentar una estimación mínimamente verosímil de estos números es porque probablemente no hemos hecho bien nuestros deberes.

¿Quiere esto decir que este plan inicial tiene que ser totalmente fiable? Por supuesto que no, ya sabemos que eso es imposible. Pero si el plan nos dice que no vamos a ganar dinero ni siquiera en el escenario más favorable es mejor que busquemos otra idea. No dejamos de pontificar sobre el Producto Mínimo Viable… ¿por qué no hablar antes del Plan Máximo Inviable? (tengo que conseguir el copyright del término antes de que se me adelante Eric ;- ). Imaginemos la situación: planteamos un escenario optimista y resulta que ni siquiera nos salen los números… ¡eso sí que es “fallar deprisa”, antes de haber gastado ni un solo euro en el desarrollo del producto!

Después de haber analizado/escrito personalmente unos cuantos planes de negocio, puedo decir que lo más importante de ellos no son las cifras sino

  • las asunciones o hipótesis en las que se basan dichas cifras (p.ej., tamaño del mercado potencial, cuota a alcanzar…)
  • la sensibilidad de las cifras respecto a las hipótesis (p.ej., si mi volumen de ingresos no es el previsto ¿puedo reducir costes de modo que los resultados no se resientan en exceso?)

Y por supuesto, el plan debe ser un documento vivo: a medida que vamos confirmando (o rechazando) hipótesis y validando (o pivotando) el modelo de negocio tenemos que ir rehaciéndolo, actualizando sus parámetros y recalculando sus previsiones. La planificación de negocio debe ser (igual que el descubrimiento del mercado o el desarrollo del producto) un proceso iterativo que puede empezar con un esfuerzo muy medido.

Para terminar, probablemente la frase que mejor describe la utilidad de los planes en escenarios de alta incertidumbre y competitividad es una de Dwight D. Eisenhower (otro general, esta vez más moderno): “Como preparación para la batalla siempre he descubierto que los planes son inútiles pero la planificación es indispensable.”

8 Respuestas a “Los planes de negocio son ABSOLUTAMENTE (im)prescindibles”

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